
El autor desarrolla la relación que existe entre los animales y Derecho penal a partir de una explicación sociológica y de teoría del Estado, concluyendo que la sociedad peruana es de características antropocéntricas y gobernada por una plutocracia representativa, frente a la cual se tiene que transitar hacia una de otras características, en donde el ser humano ocupe una posición más dentro de un engranaje mayor (ecosistema), lo cual solo ocurrirá desde la construcción de una propia identidad de la sociedad que el nuevo Estado, y la democracia participativa que la funda, tiene que reforzar a través de su principal instrumento: el Derecho (penal).
Era la medianoche del 25 de diciembre en Madrid y me encontraba sentado aguardando oír la detonación de los fuegos pirotécnicos, como todas mis navidades, –porque mi cerebro así me había predispuesto a causa de la experiencia previa de tantos años–; sin embargo, no escuché absolutamente nada, y entonces primero pregunte a las personas que me acompañaban sobre las razones de la ausencia de esos ruidos estruendosos que cubren nuestro cielo cada “noche buena”, respondiéndome estas con las preguntas siguientes: si fueras un animal, ¿cómo te sentirías frente a tamaña cosa?; ¿acaso te parece justo que “alguien” que no puede hablar tenga que tolerar comportamientos innecesarios como estos? Quedé en silencio por un espacio de un minuto y luego me pregunté más de una vez lo siguiente: ¿por qué acá no, y allá sí?; ¿qué significan los animales para los demás aquí que no representen lo mismo en Perú?; ¿acaso ellos ya hace mucho tiempo dejaron de ser solo “animales” y no nos hemos dado cuenta de ello?; y, ¿será que ese “no me he dado cuenta” responde a que vivimos bajo el manto de una sociedad dominada “acríticamente” por el antropocentrismo y que solo ve al “animal” como aquel que ladra, que jala la carreta, que me viste o, sencillamente, me entretiene tradicionalmente con un “olé”?